Recordarán a Salvador Elizondo a una década de su fallecimiento

  • Con una charla el domingo 17 de abril a las 12:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes
  • Participarán Adolfo Echeverría, Javier García Galiano, Paulina Lavista y Anamari Gomís
  • “Él buscaba moldear una cierta sensibilidad o dejar impreso un sello, más que transmitir una serie de conocimientos”: Adolfo Echeverría

 

A diez años del fallecimiento del escritor, traductor y crítico literario Salvador Elizondo, el Instituto Nacional de Bellas Artes recordará la faceta como docente de uno de los más destacados novelistas de la década de los 60, con la charla Salvador Elizondo, maestro (1932-2006).

Esta actividad se llevará a cabo el domingo 17 de abril a las 12:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Participarán Adolfo Echeverría, Javier García Galiano y Paulina Lavista, moderados por Anamari Gomís.

Como profesor, Salvador Elizondo provocaba entusiasmo entre sus alumnos con clases heterodoxas, en las que su amplio bagaje cultural permitía digresiones interminables, haciendo de cada sesión, una especie de conferencia.

“Fue un hombre muy inquieto a quien  le gustó transmitir sus ideas y pensamientos. Siempre tuvo una actitud de inteligencia con los estudiantes, de que entendieran de qué se trataba, no de paternalismo”, comentó la fotógrafa  Paulina Lavista, viuda de Elizondo.

El autor de Farabeuf o la crónica de un instante tuvo dificultades para dar clases en México, pues había estudiado en el extranjero desde muy joven y al regresar no le permitieron revalidar sus estudios, sin embargo, la constancia lo llevó a ser aceptado como maestro en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM.

“Lo sacaron del país a temprana edad y lo llevaron a Estados Unidos. A los 17 años empezó a  dar conferencias y clases. Mientras estudiaba la preparatoria en Canadá, Salvador ya impartía conferencias escritas por él, sobre Picasso y Orozco, entre otros”, recordó Lavista.

Más de 20 años como docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y otros más en el Colegio Nacional, hicieron a Salvador Elizondo construir un personaje de sí mismo frente a sus alumnos. “Sus clases eran muy heterodoxas, las daba muy ‘a su aire’, no le gustaba que tomáramos apuntes, prefería que el contacto fuera más directo, menos académico”, dijo el escritor Adolfo Echeverría.

Y agregó: “Él nos compartía un conocimiento que había sintetizado a lo largo de su  carrera literaria y a partir de su propia investigación, tanto del desarrollo y la historia de la poesía mexicana, como en general de la poética y la retórica moderna y de vanguardia en Europa.

“Aunque en principio sus clases versaban sobre cuestiones literarias, luego entraba en digresiones en extremo enriquecedoras, porque hablaba de poesía pero de pronto comentaba de pintura o disciplinas aparentemente muy alejadas, como la anatomía y la astronomía, pero que de alguna manera él siempre acababa vinculando al tema que nos ocupaba”.

Por último, Adolfo Echeverría señaló que Salvador Elizondo “buscaba moldear una cierta sensibilidad o dejar impreso un sello, más que transmitir una serie de conocimientos”.

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