La noche que Amalia Hernández hizo a la CND bailar danzón.

Nuestro México, nuestro Ballet: 60 años del Ballet Folklórico de México.

Corría octubre de 1959 cuando el entonces Presidente Adolfo López Mateos invitaba al Ballet Folklórico de Amalia Hernández a ser parte de la programación habitual del Palacio de Bellas Artes, marcando así el inicio de una sincronía artística que plantearía uno de los referentes culturales y de nacionalismo cultural más destacables de México.

Así, este 11 de octubre celebramos 60 años por todo lo alto en una gala presentada en colaboración con invitados de primerísima categoría y las butacas del máximo recinto artístico mexicano repletas de un público que se estremecía ante cada cuadro, viendo representada su mexicanidad en cada zapateado.

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Foto: INBAL

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La protagonista de la noche fue Pirámide, partitura escrita por Carlos Chávez para el proyecto monumental que tenía con la bailarina Amalia Hernández de crear una pieza que, mediante música y danza, reflejara el abundante color de nuestro país y su importante legado cultural y artístico. A la batuta del Mtro. Carlos Miguel Prieto, la Orquesta Sinfónica Nacional y el coro Cuicatl -dirigido y construido por Rodrigo Cadet– tuvo la gran responsabilidad de llevar a escena el estreno mundial de la música de Chávez, en colaboración con la Compañía Nacional de Danza.

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Ensamble Coral Cuicatl | Foto: INBAL

A continuación, el público pudo disfrutar diversos cuadros creados por Amalia Hernández con sones michoacanos, música revolucionaria y piezas representativas de nuestra musicología nacional como el Danzón 2 de Arturo Márquez y el Huapango de José Pablo Moncayo, que mereció no sólo una ovación de pie por el público sino mención aparte debido al asombroso recorrido sonoro, visual y dancístico presentado para esta ocasión especial. Acompañados por elementos de la Compañía Nacional de Danza, el danzón se apoderó del escenario en su esencia más pura mientras los pies dibujaban precisos cuadros en el piso; al ser relevado por el Huapango, por las tablas del Palacio desfilaron más de 500 años de historia y visiones mexicanas que nos presentaban lo mismo Tamaulipas que Yucatán o las danzas prehispánicas de Sonora. La piel se erizaba y los ojos se anegaban ante tal despliegue de artistas que nos remontaban al más profundo sentimiento de orgullo y nacionalismo, de amor por la tierra que nos da arraigos.

Más de nueve millones de personas en el mundo han visto ondear las faldas y taconear los pies de cada generación del Ballet Folklórico de México, que representa internacionalmente a nuestro país como embajador de nuestra cultura. La fiesta no podía ser menor.

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