Magda Montoya: La renovación de la danza en México

Travesía en Lila: La historia de las Mexicanas en el Arte.

Magda Montoya, coreógrafa y bailarina, pionera en México, nació en Juchitán Oaxaca y murió en la ciudad de México en el cambio de milenio. Debutó en 1938 en el Teatro Orientación que hoy se encuentra en el Centro Cultural del Bosque.

Asombró a todos cuando, apenas un año después de su debut, propuso hacer un ballet cien por ciento mexicano, algo inédito en el mundo de la danza mexicana que estaba dedicado al trabajo francés y a los ballets tradicionales. Esta propuesta se convertiría tres años después en la creación de una compañía de Ballet Mexicano, que despertó el interés no sólo del mundo de la danza, sino del arte en general, tanto que Diego Rivera y José Clemente Orozco le ofrecieron ayuda.

El movimiento mexicano de danza moderna tiene su máxima expresión entre 1940 y 1960, es en estos años que florece una verdadera generación dancística y teatral, que busca una expresión propiamente mexicana. Es evidente que no podría ser sino con el surgimiento de grandes figuras de la coreografía, la ejecución, la música, el diseño, la fotografía y la literatura. Talentosas mujeres como Ana Mérida, Guilllermina Bravo, Josefina Lavalle, Rosa Reyna, Evelia Beristáin, Magda Montoya y Elena Noriega, marcaron el arte mexicano de la danza con sus obras, sus ideas, sus trabajos y su gran capacidad de organización.

Hizo proyectos tan innovadores como una compañía de ballet para el sindicato de electricistas que incluía un ballet infantil, o el Ballet de la Universidad Nacional Autónoma de México, con el que daba funciones para todos los alumnos de la universidad, pero también en el Palacio de Bellas Artes y dentro y fuera del país.

Estudiando sus líneas de trabajo podemos entender que concebía como imprescindible el acceso a la cultura dancística en todos los estratos sociales y desde la parte formativa de los mexicanos. Integró en su trabajo coreográfico diferentes lenguajes y estilos, contemporáneos y antiguos, como el barroco o el impresionismo, logrando dar una visión moderna de ellos.

Sus alumnos y compañeros de investigaciones pueden contarse por decenas, dejando varias generaciones de bailarines contemporáneos y clásicos al servicio de la cultura mexicana. Dentro de la UNAM ella buscaba que se concibiera a la danza como una disciplina de los programas de extensión cultural y no como actividad meramente recreativa. Fue la primera en proponer una profesionalización de la danza en el ámbito universitario.

Buscaba que el bailarín tuviera una postura ética y filosófica como artista, cosa poco común en una época en la que la danza era sobre todo un asunto físico y decorativo. Consideraba que materias como la historia del arte o de la filosofía, eran esenciales para formar a un bailarín. Buscaba que cada movimiento expresara algo de quien lo ejecutaba, La diferentes agrupaciones que concibió, fundó y dirigió, integraban la educación dancística con su difusión.

En 1999 se estaba organizando un homenaje para ella, pero llegó antes su fallecimiento el 14 de diciembre del año 2000. Las fotografías que nos llegan hasta nuestros días fueron tomadas por Juan Rulfo en los años cincuenta y nos dan una idea de su bellísimo trabajo.

A pesar de lo poco conocida que es, la historia de la danza en México no puede contarse sin ella. •

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