Liceu de Barcelona: El coloso de 3500 butacas que ama los abriles.

Era 1837. Un batallón militar decidía que era hora de agruparse como aficionados de las artes escénicas que eran. Ahí, en un abandonado convento, nacieron las bases del Gran Teatre del Liceu en Barcelona, uno de los iconos de la música en el mundo.

Un año después de esa determinación, y con el permiso real para que llevara el nombre de la Reina Isabel Segunda, se fundó el Liceo Filarmónico Dramático Barcelonés para enseñar las artes escénicas. «El Liceu lo formaban los socios accionistas, los contribuyentes o abonados a las temporadas teatrales y los alumnos de las cátedras, que recibían su enseñanza a cambio de ofrecer representaciones escénicas gratuitas», cuenta su sitio web.

Gracias a que se construyó con aportaciones de la ciudadanía y no de la monarquía española, el recinto perteneció a muy pocas familias. Su primera piedra se colocó en abril de 1845 y daría su primera función la noche del 4 de abril de 1847 —que, curiosamente, también era domingo—.

La inauguración contó con con música de Marià Obiols, Il regio imene. Para el 17 de abril, Ana Bolena se convertiría en la primera ópera que vio levantarse el telón del coloso que originalmente tuvo 3,500 localidades y fue el más grande de Europa entera.

Dibujo del interior del Gran Teatre del Liceu visto desde el escenario
Imagen: Gran Teatro del Liceu

La felicidad duraría poco, pues el 9 de abril de 1861 un incendio acabaría con el Teatre. Asombrosamente, la Sociedad del Gran Teatre del Liceu lo reconstruyó en apenas 1 año sin apoyo de la Realeza. Para entonces estaban ya separados el Gran Teatre y el Liceo Filarmónico que en la actualidad conocemos como Conservatori Superior de Música del Liceu.

Luego de convocar un concurso en el que la obra sinfónica Las dos lápidas de Joan Sariols i Porta se erigió ganadora para ser el preludio, la ópera Il Puritani reabriría el telón del nuevo Teatre del Liceu, también en abril pero de 1862.

Era el punto de encuentro de la alta aristocracia y la burguesía, lo que le puso en la mira de la revolución que, en el segundo acto de Guillermo Tell, lanzaría 2 bombas en su interior un 7 de noviembre de 1893. Una veintena de víctimas fatales detuvieron sus actividades hasta 1894. Luego, con el estallamiento de la Guerra Civil, en 1936, sería incautado para convertirse en el Teatre Nacional de Catalunya, propiedad de la Generalitat. La misma suerte corrieron el Conservatori y el Círculo, que serían devueltos por el régimen franquista 3 años más tarde (también en abril).

Para enero de 1994 otro incendio lo arrasaría. En estas fechas, luego de la muerte del último empresario de la Sociedad y con un fuerte déficit económico, el teatro volvió a ser parte de la Generalitat a través de un consorcio integrado por el Ajuntament y la Diputació de Barcelona, la Generalitat misma y el Ministeri de Cultura junto a la Sociedad del Gran Teatro del Liceu.

Mientras se reconstruía, bajo la supervisión del arquitecto Ignaci de Solà-Morales, el Consorcio decidió seguir presentando actividades en espacios como Palau de la Música Catalana, El Teatre Victòria, el Mercat de les Flors, el Teatre Nacional de Catalunya o el Palau Sant Jordi, entre otros —incluso las ruinas mismas del Teatre—, pues consideraron que al Liceu lo hacía su arte y su público.

Función en las ruinas del Gran Teatre del Liceu.
Imagen: Gran Teatre del Liceu

Hoy, con dos resurrecciones a cuestas, el Coloso de Barcelona celebra 174 años desde su primer nacimiento y casi 22 años desde que el nuevo edificio resonó por primera vez con la música de Turandot. •

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