El flautista Horacio Franco en un retrato con el dorso desnudo mientras toca la flauta

Horacio Franco busca difundir a los barrocos en el Lunario.

La especialidad de Horacio Franco siempre ha sido la música del barroco. Al pensar en un repertorio tan específico, indudablemente su nombre será referente y su trayectoria es incuestionable a ese respecto.

En entrevista con Mauricio Elí, Horacio Franco nos cuenta que «Lunario Barroco es una idea que tuvo el mismo Lunario de hacer un ciclo de música barroca, que parece ser que no tuvo mucho público en su inicio. Entonces llamaron a mi marido, Arturo Plancarte, para que les ayudara a organizarlo y pensó en mí y en otros grupos que podemos jalar mucho público, pero además pensó en una estrategia de publicidad». Así, el talento de Horacio y las habilidades estratégicas de Arturo Plancarte difunden entre el público un tipo de música que posiblemente conocen, pero que pocas veces se difunden debido a la falta de espacios específicos o propicios para este estilo.

En palabras del flautista, «Los foros que podemos considerar ‘naturales’ para la música barroca en México, no funcionan. Parecerían naturales, pero acústicamente -en su mayoría- son un desastre. Verbo y gracia: Las iglesias. ¿Cuál es el problema? Tienen la cúpula muy alta, el sonido se va al techo y en la quinta fila tienes que amplificar porque no se entiende nada. El lugar natural para un concierto barroco en las iglesias sería el coro, porque están diseñadas para que el sonido baje y llegue a toda la iglesia porque ahí no hay cúpula, pero el coro está arriba y si las bancas no se pueden voltear entonces no vas a ver al ejecutante, lo mismo que un concierto para órgano, pues la música en el barroco no estaba pensada para ser escénica y no se hacía en el altar. Solamente hay una iglesia, muy especial, que tiene la cúpula muy alta, en la calle de República del Salvador en el Centro Histórico de la Ciudad de México, una iglesia agustina que sólo tiene 5 filas entonces su acústica es perfecta porque el sonido llega a todos lados, pero su problema es la capacidad.»

Hablar de salas como la Manuel M. Ponce en temas barrocos, en la opinión de Horacio, es hablar del desastre. «Antes se te iba el sonido a las rodillas, ahora se va un poquito más adelante pero no corre, es muy seca». La ausencia de espacios para el barroco no se limita a los espacios de cámara del Palacio de Bellas Artes, pues en el caso de la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario sucede igual pues su acústica no está planeada para el formato barroco. «La Capilla del Centro Cultural Helénico es de las más nobles que hay para esto, es muy linda aunque también es un poco seco y no es completamente óptima para música vocal, coros o flauta sola». Por fortuna, en la ENES Juriquilla de la UNAM Horacio Franco encontró un espacio que «no estaba listo», pero resultó ser muy amable con la música que él ejecuta por lo que «me le hinqué a Juan Villagrán y le dije ‘¡no, no le hagan nada por favor, esta es la única sala en México que funciona para música barroca!’. Los dos últimos CD’s que grabé fueron ahí, el Centro Académico Cultural funciona muy bien». Por fortuna para la conservación del repertorio, «en el mundo pueden encontrarse espacios como Withmore Hall en Londres, Spivay Hall en Atlanta, la Sala de Conciertos de la Ciudad Prohibida en China, muchas salas en Europa y Estados Unidos que funcionan maravilloso para la música barroca aunque son pocas y en México no hay alguna de ese calibre, aunque mención aparte merece la Sala Tlaqná de la Universidad de Xalapa, una maravilla de sala junto con el CAC Juriquilla«.

Es por eso que haciendo Lunario Barroco «no estábamos transgrediendo nada: hicimos conciertos en un espacio que no es para música barroca y amplificando como tendríamos que hacerlo en cualquier sala«. La diferencia de hacerlo en un espacio «consagrado» y en uno comercial es que el alcance potencial es mayor y pueden captarse nuevos asiduos que, gracias a este esfuerzo, lleguen a los espacios donde normalmente pueden disfrutarse tan elaboradas y majestuosas piezas con algunos de los ejecutantes más destacados como el mismo Horacio o la Capella Barroca de México, de la que es director con amplio éxito en el panorama musical internacional.

Es por eso que, mediante la mezcla inteligente de prestigio, talento y publicidad asertiva, Horacio Franco y Arturo Plancarte ponen nuevamente de moda a los barrocos, dándoles acceso a uno de los más codiciados escenarios de nuestra capital como es el Lunario del Auditorio Nacional. Gracias a este esfuerzo multidisciplinario, un repertorio que a veces puede antojarse muy lejano llegó a nuevos públicos y les convidó a buscarle en espacios comerciales, entendiendo a la música de concierto como un espectáculo al que se puede acceder con la misma facilidad que a cualquiera otro en plataformas cotidianas y con procesos ya conocidos por los asistentes asiduos ya sea al mismo Auditorio Nacional o su recinto de cámara. Así, la no-transgresión se convierte en transición y difusión, además de trascendencia. Horacio Franco podrá ser recordado como aquél que puso todos los reflectores que tuvo a la mano al servicio de la música que le apasiona y le mueve a ser, hoy por hoy, uno de los músicos con trayectoria más reconocidos de nuestro país.

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