Angélica Morales, una pianista mexicana en la tradición técnica de Liszt

Travesía en Lila: las mexicanas en la historia del arte

Nacida en Aguascalientes, al inicio de la revolución mexicana en 1911, Angélica Morales y su familia se trasladan a la ciudad de México donde comienza sus estudios de piano a los ocho años de edad. Esto comenzó bajo la guía de su madre, pero realmente su talento traspasó las fronteras muy rápidamente porque poco después, aún siendo niña, recibe una beca para estudiar con uno de los alumnos de Ferruccio Busoni: Egon Petri en  la Hochschule für Musik de Berlín. Como niña prodigio debutó en Berlín con gran éxito a los trece años y enseguida fue solicitada por la mayoría de las orquestas de esa ciudad y tratada como un músico profesional.

Una de las cosas que más sorprende de esta artista es que nunca dejó de estudiar con diferentes maestros. A pesar de su fama y reconocimiento, siempre buscó nuevos maestros que la ayudaran a perfeccionar su técnica e interpretación. Así llegó a recibir lecciones de Isador Philipp, en París, y de su futuro marido, Emil Sauer, en Viena, este último alumno de Franz Liszt y quien la introdujo en la técnica pianística del famoso húngaro.

En 1926, es decir cuando tenía quince años de edad, inició sus giras internacionales, presentándose en las principales salas de conciertos de Barcelona, Berlín, Londres, Nueva York, París, Roma y Viena. Actuó como solista con las principales orquestas de Berlín, Dresden, Boston y Nueva York.

Entre los conciertos memorables de esta artista mexicana podemos contar : cuando ejecutó en Berlín los 48 preludios y fugas de Das wohltemperierte Clavier, de Bach – cosa muy poco común para una mujer extranjera menor de 25 años-; su debut en 1946 como solista con la Sinfónica Nacional de México en el Palacio de Bellas Artes, (que fue la primera vez que pisó su país natal desde su partida  más de dos décadas atrás); el concierto que hace en el Festival Musical de Verano de Suiza en 1947, que pasará a la historia porque ella era la única intérprete femenina de todo el festival, así como la invitación de Holanda para tocar gran parte de la obra de Chopin al lado de figuras como Thibaud y Casadesus.

En 1949, cuando todavía no llega a los cuarenta años, ya es profesora del Conservatorio de Viena. Regresará a México en la década de los años cincuenta, para dejarnos una generación completa de pianistas educados y perfeccionados por ella: José Luis Arcaraz, Gloria Carmona, Rosa María Delsordo, Manuel Elías Torres, María Teresa Frenk, Francisco Gyves, Stella Lechuga, Paolo Mello, Yolanda Moreno Rivas, Florelia Perezache, Luz María Puente, Consuelo Luna y José Carlos de la Vega.

Los últimos años de su vida los pasó en Oklahoma City, EU, dedicada a la enseñanza pianística, es ahí donde muere en 1996, habiendo sido testigo de uno de los siglos más convulsos de la humanidad y habiendo entregado, a cambio, algunas de las ejecuciones más hermosas de la historia.

La sala de conciertos de la Escuela Superior de Música del INBAL y el Concurso Nacional de Piano llevan su nombre. La fonoteca nacional tiene un fondo especial de sus grabaciones, donde podemos oír a una artista exquisita y entender por qué el mundo se volvió loco con ella. Una niña prodigio que hizo el difícil paso para convertirse en una intérprete legendaria y que nunca debemos dejar caer en el olvido, simplemente porque a pesar de haber vivido tanto tiempo fuera de México nunca dejó de hacer que nuestro país tuviera mejores músicos y mejor música.

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