Mujeres de Viento Florido, ovacionadas en el Esperanza Iris

Una falda rosada marca los tiempos, dirige con precisión. Invita a la audiencia para que, con sus aplausos y manos en alto, reciban a cuatro piñas que danzan en brazos de bailarinas regionales.

Es la Banda Regional Mujeres de Viento Florido. Sólo mujeres, sólo instrumentos de aliento que llegaron de Europa, pero con trajes, talentos y sones que brotaron de nuestra tierra, porque hacemos música antes de ser país.

De las trenzas de Leticia Gallardo cuelgan flores rojas. Marca los compases de El Feo con su batuta y Alejandra Robles camina pausada pero sensualmente hacia el centro del proscenio. Una pareja del público baila. Dos coristas se suman al ensamble. Alejandra insiste en dejarnos claro su nombre.

Mujeres de Viento Florido en el escenario del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Fotos: Mauricio Elí

Suena La Bruja y yo me río nerviosamente sorprendido. Apenas hoy empecé a leer Brujas de Brenda Lozano, y la historia justamente sucede en Oaxaca, donde una periodista debe trabajar en la historia del asesinato de una muxe. Cruda coincidencia. Oportuna: dos muxes bailan y el Teatro cobra vida con sus flores y pañuelos al ritmo de Pinotepa. A la mitad de la canción ya son cuatro. Para el final, la fiesta está entre las butacas.

La gran duda llega con Regina Orozco. ¿Por qué ensuciar un movimiento de sororidad con quien ha usado su voz y plataforma para promover al presidente que defiende a Félix Salgado Macedonio y Pedro Salmerón? En entrevista, Alejandra Robles prefirió fingir demencia. No sé sus preferencias políticas —me respondió al cuestionarle su presencia. Eso se explica si la amistad no es tan cercana como ellas mismas dijeron en escena: Regina no pierde oportunidad para repetir desinformación o justificaciones en beneficio del presidente de la República.

Mujeres de Viento Florido acompañan a Alejandra Robles y Regina Orozco en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Foto: Mauricio Elí.

El ambiente cambia con la ovación para María Elena Ríos, saxofonista sobreviviente de un ataque feminicida. Me siento libre —dijo. Es tan libre como su agresor, que hoy sigue gozando de la impunidad imperante en una época en la que los acosadores sexuales reciben embajadas y se inconforman cuando se les señala culpables.

“¡Lo vamos a tirar!”, grita una voz desde la audiencia a la que otra responde: “¡ya lo estamos tirando!”. El saxofón de María Elena sigue sonando junto a Viento Florido, fuerte como ella. La frase “no estás sola” con la que le da ánimos el público no había sido tan vacía hasta que una facción política, la que dejó solas a mujeres como ella mientras les prometía lo contrario, la volvió parte de sus actos de perpetua campaña.

La noche cierra con un clásico, “Dios nunca muere”. Faldas multicolores de pie en el escenario. Muchos pares de huaraches que han protagonizado esta fiesta agridulce que vino a menos por un par de tacones.

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