Juventud latinoamericana hace resonar la Sala Nezahualcóyotl

El primero de dos conciertos la Ciudad de México de la Orquesta de las Américas conmovió al público

Con un gran éxito y un público que no cesaba de aplaudir, la Orquesta de las Américas inundó musicalmente la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario de la UNAM en un conmovedor concierto donde imperó el ímpetu de sus jóvenes ejecutantes.

Bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto, quien dirige también las orquestas sinfónicas Nacional (México) y de Minería (UNAM-Academia de Música del Palacio de Minería), la decimoséptima generación de la Orquesta, conformada por jóvenes de más de 25 países, acompañó a Jorge Federico Osorio en una fabulosa versión de las Noches en los Jardines de España, que le mereció un prolongado aplauso resonante en una de las mejores acústicas del continente.

Luego del afamado Sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla, donde lucieron una amplia capacidad interpretativa, la Orquesta bailó e hizo levantarse de sus asientos al público con una secuencia de sonidos de sus respectivos países, desde la cumbia colombiana hasta el son de mariachi pasando por la samba y voces tan representativas como Alma Llanera El Son de la Negra que arrancaron vítores y lágrimas en más de un espectador. Llegó al alma de los ejecutantes venezolanos ese «¡Viva Venezuela!» que se elevó en la Nezahualcóyotl mientras ejecutaban lo que se reconoce como su segundo himno nacional manteniendo vivo el amor por su música y sus raíces. ¡Gracias al cielo la Sala es resistente! Esos aplausos eran tan vigorosos que la hacían vibrar y, de ser débil, la hubieran derrumbado como el más poderoso sismo. Cuando el alma y la música conectan, las palmas se rebaten sin parar al ritmo del corazón que late apasionado. Eso logra la Orquesta de las Américas.

Fueron casi 3 horas de goce pleno, de artistas comprometidos que, a pesar de posiblemente no hablar el mismo idioma, se entienden y traducen a la perfección en el lenguaje de la música que es, sin duda, el verdadero lenguaje universal.

Bellas Artes no fue la excepción. Las palmas se batían a un ritmo que daban envidia, los corazones latían rápido y el público, de pie, ovacionaba a un esfuerzo internacional por acercar a las juventudes no sólo a la música de concierto sino a las mejores salas del mundo bajo una de las más reconocidas batutas de nuestra nacionalidad.

Vaya, con profundo respeto y agradecimiento por tan bellas noches que me fueron obsequiadas, mi más alto reconocimiento y felicitación a quienes, desde cada una de sus trincheras, hacen posible México Crescendo.

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