El personal debe pasar entre apretadas mesas. Suenan cristales que hacen contacto con el piso por la fuerza de la gravedad –y lo complicado que resulta caminar en un recinto completamente lleno.
Músicos entran en escena con el habitual smoking de concierto nocturno. En punto de las 21:16, el oriundo de Los Mochis aparece en la tarima mientras suenan los primeros acordes de Just a Giggolo. Lo antecede una introducción a cargo de los 11 músicos que componen el cuadro.
Paco de María corona, con una cabellera perfectamente peinada y un fraseo cuidadoso en inglés, una escena que se antoja ochentera. Aprieta el diafragma para las notas graves de “Come fly with me” pero deja fluir un vibrato distintivo en la voz del Big Band.
De María es energético. Conoce su expresión, la cuida, se mueve en escena con delicadeza. Es un showman. Cambia de la big band al piano luego del derroche eléctrico en “Creep”. Se dice agradecido con el planeta. Le dedica un momento musical.
La siguiente homenajeada fue su mamá. Habla del amor, nos invita a abrazarnos y hace lo propio con una mujer en la audiencia. Usted, la del cubrebocas, venga a abrazarme —dice ante el aplauso de la audiencia—. El momento sensible de la noche corre por cuenta de “Abrázame muy fuerte” de Juan Gabriel, icono que le regaló una de las canciones que lo consagró y que apadrinó su primer disco.
Lo siguiente: un animado medley que se antoja parte del soundtrack de una película de espías. Recorrido musical que da una pausa para refrescar las cuerdas que han vibrado por más de una hora en la sala de cámara del Coloso del Paseo de la Reforma.
En un elegante contraste blanco y negro, Paco cierra la noche con un clásico norteamericano: “New York”, la insignia sonora de una de las marcas ciudad más afamadas del mundo. El color llega con la siguiente canción. La sala se vuelve un arcoíris.
El juego de luces merece mención. Es ambicioso, preciso. Aprovecha los momentos clave para crear atmósferas.
Hay un giro inesperado: Paco de María se confiesa empático con las mujeres. Pide un aplauso para ellas. “Gracias por tolerar el machismo que existe a través de la historia, porque no muestra más que miedo. Ustedes son infinitamente superiores”.
Convive con la audiencia al ritmo de “Quién será”. Se toma selfies, baila, reparte abrazos —y arrebata suspiros.
Se pone tropical cuando el espectáculo está por finalizar casi alcanzando dos horas, agradeciendo a cada miembro de la audiencia.
El remate: “Granada”, pieza obligada en el repertorio de un tenor. Un arreglo básicamente hecho para alientos, percusión y voz (en un estilo de jazz impecable). Dirige a su director musical. Se vale: Paco estuvo de cumpleaños el pasado 3 de marzo, un día antes del concierto.
Ha sido una gran noche. No sólo para Paco de María, sino para quienes volvemos al Lunario del Auditorio Nacional para escuchar a la que, sin duda, es la voz mexicana del Big Band.