Enrique Vives y la inmunidad autoimpuesta

En últimos días, el autonombrado activista Enrique Vives alcanzó popularidad al dar a conocer que busca la candidatura para la diputación federal por el distrito XII de la Ciudad de México.

Y digo alcanzó popularidad porque, hasta antes de eso, su audiencia y reconocimiento entre la comunidad LGBTTTIQ eran bajas.

Enrique Vives, de acuerdo con el currículum que él mismo comparte en redes sociales, es estudiante de Derecho a nivel licenciatura. Nunca ha tenido un empleo, sino que la curul sería su primera chamba a los 21 años.

Enrique Vives es un ejemplo de lo que yo llamo inmunidad auto-impuesta o auto-otorgada y, por demás, ilegítima. Me explico:

La inmunidad auto-impuesta o auto-otorgada es la calidad de incuestionable que algunas personas exigen como privilegio al considerarse activistas, líderes comunitarias o defensoras de derechos humanos. Bajo esta lógica, tanto ellas como su entorno asumirán que son inescrutables por sus aportaciones a cierto grupo social, sean estas comprobables o no. Ese discurso, en muchos casos, es sectario.

Lo defino pues, de un tiempo para acá, mucha gente ha decidido autoproclamarse «activista» por cualquier cosa —y asumir que eso les hace incuestionables, como si la percepción vistiera de razón ineludible—. Según explica el Consejo de Europa, «Activismo, cuando se aplica a los Derechos Humanos, implica la defensa de los Derechos Humanos dondequiera que se encuentren amenazados o violados«.

Bajo esta definición, la inmunidad auto-otorgada de Enrique Vives resulta ilegítima porque su trabajo es más bien el inicio de una carrera como político, no como activista. La web de su naciente organización explica que sus intereses son políticos, no de defensa de derechos humanos ni de causas sociales.

Llama también la atención que Enrique Vives use el hashtag #ActivistasAlCongreso pues, según se puede leer en su muy ambigua semblanza en su sitio web —que ha sido actualizada recientemente—, su carrera es únicamente política. Y es que denunciar las inequidades que vivimos las personas de la diversidad sexoafectiva no nos convierte en activistas por default.

Consultada al respecto, la geofísica e investigadora sobre feminicidio María Salguero consideró que «el activismo debe dejar huella y contribuir a construir una sociedad más justa e igualitaria«, por lo que «no otorga inmunidad».

Para Alaín Pinzón—activista y defensor del derecho humano a la salud para personas seropositivas—, el planteamiento es muy sencillo: «cualquier persona que esté buscando un puesto de elección popular debe ser cuestionada no sólo sobre su agenda legislativa, sino los motivos para buscar un escaño«. «No queremos más Marías Clemente, queremos gente que sí se ponga a trabajar y no que vaya nada más a ganar dinero».

Disolver los términos

Las acciones con las que Enrique Vives busca la candidatura para su primer empleo no sólo son erráticas, sino peligrosas.

El uso artificioso del término «activista» pone en riesgo a quienes realmente ponen la cara, el cuerpo y la mente para exigir solución a problemáticas que laceran a las sociedades. Esa autoadscripción, ilegítima, violenta e intenta borrar a quienes día con día se involucran para accionar mecanismos que permitan a la ciudadanía acceder al goce pleno de derechos humanos.

En esto coincide la activista por los derechos humanos de la población trans y trabajadora sexual Victoria Sámano quien, a través de sus redes sociales, expuso que «la experiencia comunitaria y el trabajo directo con las poblaciones, debería de ser requisito para lxs candidatxs LGBT+».

Eso, precisamente, define a los activismos. Un activista de curul, como Vives, es más bien un político que instrumentaliza las causas sociales para beneficio suyo y, por tanto, para lucrar con ellas.

Antes de que se asuste: claro que lucra. La dieta que reciben las personas diputadas federales —cargo al que aspira Vives— asciende a la nada despreciable cifra de 75 mil pesos mensuales. ¡Vaya sueldo para un primer empleo!

Y es que no se trata sólo de Enrique Vives, sino de la tropicalización que las personas políticas han hecho de nuestras causas, necesidades y exigencias para disfrazarse con ellas, ofrecerlas como un diferenciador de mercado y acceder al poder político que no podrían obtener de otra forma pues, sin esos artificios, no tienen nada más para ofrecer a la ciudadanía.

Y ya escucho los «pero a los heteros no les criticas eso» —argumento que se cae al leer mi timeline, donde se cuestiona parejo—. La autocrítica como comunidad debe llevarnos a hacer las cosas diferente, no a replicar las acciones del pasado que nos excluyeron.

¿De qué nos han servido funcionarias públicas de la comunidad que no tienen experiencia comunitaria o de trabajo? Ahí está María Clemente, generando iniciativas que contribuyen al estigma contra las personas trabajadoras sexuales y seropositivas; lo mismo pasa con Temistocles Villanueva, que básicamente sólo aparece cuando se trata de lavarle la cara a Morena —y a quien seguimos esperando para la revisión de afirmaciones que él mismo ofreció y jamás cumplió—.

También, desde el activismo, hay casos como el de Iván Tagle y Yaaj México: cualquier crítica, cualquier señalamiento de incongruencia, deriva en una ola de mensajes —públicos y privados— que buscan santificar su imagen pero que jamás responderán al cuestionamiento más allá de disculpas forzadas y escuetas.

Las acciones de estos personajes comprometen el acceso de los activismos reales a la resolución de problemáticas complejas mientras las banalizan. Para un estado que nos ignora y nos niega, es muy sencillo poner a alguien que esté alineado a sus intereses pero que, por casualidad, se encuentran en el espectro de la diversidad y son útiles para lavar la cara de grupos políticos.

Ejemplos como el de María Clemente o el propio Vives nos muestran que no sólo se trata de que haya acciones afirmativas que nos permitan acceder al servicio público, sino que, como señaló Alaín Pinzón, tenemos una conversación pendiente dentro de la población LGBTTTIQ+: ¿qué tipo de representación queremos y merecemos? ¿Nos acomoda ser botín político de personas que aspiran al poder, pero que no nos pueden decir claramente por qué nos beneficia su representación?.

Estos dos ejemplos también nos muestran que las acciones afirmativas no son la solución sino parte de ella. Necesitamos personas servidoras públicas que nos escuchen, que empaticen con nuestras causas y que no sólo las tomen como trinchera electoral. Esto implicará, ineludiblemente, que tengan los oídos prestos para escuchar las críticas a su gestión y ofrezcan mecanismos de vigilancia para el ejercicio de su servicio público. •

Un comentario en “Enrique Vives y la inmunidad autoimpuesta

  1. Periodistas cuestionando las aspiraciones de un JOVEN, DE ORIGEN CIUDADANO, PARTE DE LA COMUNIDAD LGBTIQ+ Y FUNDADOR DE UNA DE LAS ORGANIZACIONES LGBTIQA+ más destacadas del país… ¿no deberíamos de apoyar y reconocer la aspiración política de personas que representan a estos sectores?
    Claro que los activistas abanderan e instrumentalizan las causas sociales para llevarlas a los congresos, municipios o a los organismos autónomos, por qué los políticos comunes o la mayoría de las personas no lo hace!!
    Venimos de trabajar con la población procurando la garantía de sus derechos humanos y político-electorales ,y abanderar nuestras causas sociales es un trabajo que nos toca hacer a cada activista joven que luchamos contra las estructuras y las formas tradicionales de hacer política.

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